A veces pienso que vivir en Perú es quedarse atrapado en pequeños rincones donde aún se convive con el pasado. De eso me percaté una vez en que escuché una conversación a mis espaldas, cuando dos congéneres míos se refirieron a cierto colega fisiculturista, comparándolo con Charles Atlas. Recuerdo -también-, haberme tropezado con un diálogo acerca de enfermedades venéreas en una bodega, donde una muchacha más o menos de mi edad mencionó a Rock Hudson como si fuese un personaje de la actualidad.
¿Cómo es posible que personas de mi generación tuviesen referentes culturales de épocas mucho más antiguas? Nosotros, niños peruanos de los 80s, mantenemos vivas las memorias de héroes y villanos que estuvieron en boga durante la década de los 40 hasta entrados los 70.
En las conversaciones nostalgiosas con amigos y colegas, caemos en recuerdos de Adam West como un Batman panzudo, del Super Agente 86, de la serie bélica Combate, o de episodios de Hechizada en blanco y negro. ¡Ni qué hablar sobre dibujos animados! La mayoría de peruanos aún recordamos con cariño haber visto la versión animada de The Beatles, y las variedades de dibujos de Max Fleischer, Mel Blanc, Chuck Jones, entre otros.
Crecimos en un ambiente que hoy en día se denominaría retro, pero del cual nunca tuvimos mucha opción. Sencillamente, era lo que se nos alimentó por vía televisiva, en tiempos cuando el servicio de cable era una fantasía, e Internet no cabía ni en la imaginación de Buck Rogers en el Siglo XXV.
La televisión venía con programas repetidos, películas de John Wayne y Charlton Heston, pero salpicadas también con algunos sitcoms ochenteros que lograron colarse por ahí y por allá.
Es por tal razón que el peruano promedio tiene una máquina del tiempo como referente cultural. Cuando viajamos al extranjero, pasamos como seres sumamente cultos y llenecitos de bagajes interesantísimos de legados mediáticos clásicos. Hoy en día existen cursos específicamente preparados en algunas universidades donde se requiere que los estudiantes vean la misma programación variopinta, para analizar los cambios de idiosincrasias y la evolución de la sociedad y demás blablablá.
Siento que aunque estemos atrapados en el tiempo, mantenemos esa ventaja de haber aprendido de antemano las lecciones del pasado frente al televisor.
¿Cómo es posible que personas de mi generación tuviesen referentes culturales de épocas mucho más antiguas? Nosotros, niños peruanos de los 80s, mantenemos vivas las memorias de héroes y villanos que estuvieron en boga durante la década de los 40 hasta entrados los 70.
En las conversaciones nostalgiosas con amigos y colegas, caemos en recuerdos de Adam West como un Batman panzudo, del Super Agente 86, de la serie bélica Combate, o de episodios de Hechizada en blanco y negro. ¡Ni qué hablar sobre dibujos animados! La mayoría de peruanos aún recordamos con cariño haber visto la versión animada de The Beatles, y las variedades de dibujos de Max Fleischer, Mel Blanc, Chuck Jones, entre otros.
Crecimos en un ambiente que hoy en día se denominaría retro, pero del cual nunca tuvimos mucha opción. Sencillamente, era lo que se nos alimentó por vía televisiva, en tiempos cuando el servicio de cable era una fantasía, e Internet no cabía ni en la imaginación de Buck Rogers en el Siglo XXV.
La televisión venía con programas repetidos, películas de John Wayne y Charlton Heston, pero salpicadas también con algunos sitcoms ochenteros que lograron colarse por ahí y por allá.
Es por tal razón que el peruano promedio tiene una máquina del tiempo como referente cultural. Cuando viajamos al extranjero, pasamos como seres sumamente cultos y llenecitos de bagajes interesantísimos de legados mediáticos clásicos. Hoy en día existen cursos específicamente preparados en algunas universidades donde se requiere que los estudiantes vean la misma programación variopinta, para analizar los cambios de idiosincrasias y la evolución de la sociedad y demás blablablá.
Siento que aunque estemos atrapados en el tiempo, mantenemos esa ventaja de haber aprendido de antemano las lecciones del pasado frente al televisor.
Lima, Perú
Agosto de 2010
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