Libros y vinos

Entre tantas de mis pasiones, existen dos que son indefectibles: los libros y los vinos.

Es cierto que a las personas que les gusta salir a comprar, van por objetos en específico: ropa, accesorios, repuestos para carro, prostitutas, piezas para computadoras, et cétera. Hay otras que son compulsivas, y se van tan sólo por el gusto de ver en qué gastan su dinero.

Jamás he podido concebir eso, aunque debo admitir que cada vez que salgo de shopping, me voy directito a la sección de vinos, o a las librerías. Para mí es la mejor solución. En realidad, es a los únicos lugares adonde voy, casi compulsivo e ilusionado como niño.

-Linda, tú ve comprando. Yo me voy a ver libros-, le diré a la compañía femenina de turno.

Hay que admirar a aquellos sacrificados hombres que se soplan horas y horas de horas acompañando a su esposa, con la paciencia en ristre, mientras compran. Por eso, mi huida ya está bien planeada de antemano.

-Ah, y nos encontramos en el Chili’s dentro de dos horas. ¿Sale?

Perfecto.

Entonces, tengo dos horas de libertad para revisar las nuevas publicaciones, las portadas, los volúmenes, los autores de moda y a los tradicionales y entrañables mal conocidos. ¡Una nueva edición de Cisneros! ¡Qué horrible portada la que le hicieron a Eco! ¿Tan barata está esta colección de Proust? ¡Qué lindo –y qué caro- está este libro de fotografías de Cartier-Bresson!

Debo confesar –nuevamente-, que cada vez que voy a Borders, me meto al sistema busca-libros y me pongo a ver si aún tienen mi libro a la venta. Si, Intramuros Palachinke sigue disponible. Ése es el clímax de mi felicidad de a pie.

También están los libreros de viejo, y ahí sí que me zambullo como loco. En esas andanzas, recuerdo que conseguí un ejemplar único del Promethee Mal Enchainé de André Gide, pero publicado por Editions Gallimard, allá por 1937. Es una pieza única, y que me costó tres dólares, y escaparme casi corriendo antes de que se dieran cuenta de su error. Otra joyita: un tomo de literatura francesa a cuatro dólares con los tres libros de Tartarín de Tarascón del bueno de Daudet.
Hermoso hallazgo.

No obstante, me gusta mucho caer en las boutiques de vinos. Los grottos, como le dicen allá en los Estados Unidos. Si tengo suerte, también hallaré habanos de primer orden, y mi felicidad no conocerá límites.

Por tradición, en mi familia somos bastante iberófilos. Por ende, me dirijo siempre a la sección de vinos españoles. Deliro por los tempranillos de Ribera del Duero, o los Riojas bien plantados. Una vez saciada mi curiosidad, mis ojos divagan por las bodegas francesas, las californianas, las chilenas, las argentinas… y después entramos en la oscura tierra de los vinos del resto del mundo.

Sudáfrica tiene unos excelentes Riesling, como bien se sabe. La otra vez conseguí un Sauvignon Blanc sudafricano, y no me defraudó. Ver los vinos de lugares exóticos siempre es una grata sorpresa. Syrah de Australia, Riesling de Oregon, Tokaji Bulgaria y Pinot Noir de Rumania… ¡Uhm! Es difícil elegir.

Pero, siempre termino optando por dos, o tres botellas distintas, y salgo feliz para agregarlos a mi colección; tal cual hice en Jacksonville, donde tuve la más variada cava de mi vida.

Cuando pasaron las dos horas, nos encontramos con la acompañante femenina.

-¿Qué compraste?
-Yo, dos pares de zapatos, una blusa y un par de sostenes que estaban en oferta. ¿Y tú?
-Acá tengo una increíble edición de Unamuno, y un libro de fotos bien baratito; también nos conseguí un Malbeccito argentino fenomenal, y un Pinot Noir que me encantaría probáramos esta noche.

…y aunque no haya una mujer a quien contarle nuestros hallazgos –como suele suceder-, existe aquella exquisita e invariable satisfacción de salirnos con la nuestra en un día de shopping.


Lima, Perú
Junio de 2007

4 comentarios:

Unknown dijo...

Sólo por hacerle un guiño a las confluencias: Tengo un libro de poesía titulado "Crónicas del exilio". Amo los vinos y la literatura, mi blog (recién creado) se llama Elogio del vino y aunque soy venezolana, vivo en España y soy iberofílica como tú.

Manuel Páucar González dijo...

Mucho gusto.
Las confluencias son buenas; crean los lugares comunes que luego odiarán nuestros sucesores. También nos recuerdan que no estamos solos, indefectiblemente.

Anónimo dijo...

Escritura facil, amena, algo forzada, pero no puedes ocultar eso que llaman SNOBISMO.

Manuel Páucar González dijo...

Gracias por el comentario. Lo que es esnobismo para unos, es cultura para otros. No podemos contentar a todos, ¿verdad?